jueves, 3 de octubre de 2013

Todo comienza con un sueño.

Muchas personas sólo piensan que es un deporte más, minoritario, pero que está ahí. Luego están los que piensan que ni siquiera es un deporte. Y aparte los hipócritas, que les hablas de gimnasia rítmica y sólo piensan en niñas abriéndose de piernas... Pues bien, para muchas personas como para mí la gimnasia rítmica es parte esencial de nuestra vida.

Es en ella en la cual hemos dejado parte de las horas de nuestra vida y no nos arrepentimos de ello, porque detrás de cada movimiento, de cada ejercicio se desata un sentimiento... Ese sentimiento que poco a poco se va haciendo grande, ese sentimiento que es el que nos da fuerza y nos empuja a seguir adelante. Quizás penséis que estoy loca, pero es que es un vicio como otro cualquiera; `comenzar y no poder para´. No poder parar de realizar el ejercicio  una y otra vez, no poder parar de entrenar, no poder parar de dar lo máximo de ti...
 

 
Para mí todo empezó como un juego (como para cualquier niña que comienza este deporte con una corta edad), empezó como un pasatiempos el cual acabó enganchándome.
Poco a poco me di cuenta de que verdaderamente me gustaba y que en realidad me quería adentrar en ese mundo. Seguí practicando la rítmica hasta conseguir lo que perseguía, algo que en muchas ocasiones me robaba el sueño y que en otras muchas, me hacia soñar; ser federada.
Pasé a un nivel superior en el cual el rendimiento que te exigían no era el mismo que el de una escuela deportiva. Las horas de entrenamiento, los  nuevos ejercicios, el cambio de entrenadoras, de pabellón, de tapiz... todo se me hacia grande. El comienzo se hizo duro pero poco a poco fui sacando todo lo que llevaba dentro.
Llegaron las competiciones con el nuevo conjunto y el trabajo de tantos meses fue dando su fruto. Fue poco el tiempo que pude disfrutar de esta nueva etapa de mi vida, y no porque yo quisiera, sino porque un día tras repetir el ejercicio una y otra vez tuve una mala pasada que hizo que me lesionara. Esa lesión fue la que dio fin a mi etapa como gimnasta.

No me arrepiento de haber llegado hasta donde he llegado, porque si estoy así: `enamorada de este deporte´ ha sido porque él me enseñó los valores de la vida. Parecerá una tontería, pero todo esto me ha hecho ver la vida como la veo.

Ya han pasado once meses desde que me retiré, desde entonces sólo he pisado el tapiz unas cuantas veces por necesidad. Ha sido muy duro tener que dejarlo así, sin más, pero me juro a mí misma volver. No podrá ser como gimnasta pero, ¿por qué no formar a niñas para que lo sean?
Pensaréis que eso no me llevará a nada, pero si hay algo que me enseñaron desde pequeña, es que hay que luchar por lo que verdaderamente te dé la felicidad que buscas.